lunes, 5 de julio de 2010
Las dos mitades
Todas estas palabras valen de sentido en el bello y delicado instante en el que son revividas por tu boca, una dama encabezando el aspecto femenino del Sol junto a un enjambre de roces de miel que nacen del simple y divino hecho de ser, de estar, y no de parecer. Todas estas, son apenas solo una mitad arrojada al mar, perdida. Yo, el buscador que les muestra su suerte, su dicha incierta. Son apenas la mitad del todo, algo así como nada, un casi al aire. Yo, el padre que las cría anunciando su destino. Entre tanta crudeza (así llamamos a la verdad que se nos presenta fría y vil, sincera, lobuna), también les cuento acerca del milagro, de la plenitud. El instante lleno. Les confieso que tal cosa existe, y si la vida se lo permite, algún día chocaran la luna y el sol, para así parir un ecplise de amor. Algún día, alguien caerá de lleno en estas líneas, y con sus ojos las desnudaran lamiendo toda su santidad, su piel virgen de miradas, su figura esculpida. Las desnudaran, solo para amarlas. Algún día, se animara a mezclarse, a ser ellas, palabras. Se arrojara en soledad al mar incierto, como todo buscador que es llamado por la chispa que escapa próxima al fuego eterno, y con su alma y su mitad, completara mi relato. Con su alma y esta mitad, dando luz a un templo, y así por fin todo uno, y la palabra que es cantada será la llave para salir de ella y callar juntos.
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