domingo, 8 de agosto de 2010
La nada
La nada es apagada como la llama que no baila, el fuego apenas encendido que no danza ni canta. Es nula y solitaria. A veces la observo desde aquí abajo, en donde nacen todos los caminos del aura, en lo profundo del precipicio, la llanura de este bosque cruel. Otras, desde arriba. Aquí sentado en el punto único de la cima de la montaña en donde soy la mano que se estira para generar la unión divina entre el cielo el sol y mi dulce tierra. Estar ahogado y bien adentro del agujero me da fuerzas para mirar, soy luz e irradio vitalidad. Estar en lo alto y a salvo de la sociedad me llena de vida para caminar, para volver a subir y bajar. Pero en ese punto gris dual y efímero. Ese momento en mudo que no grita ni sangra, que no llora ni extraña, que no ama ni bebe del néctar puro. Ese punto intermedio en donde las intensidades de la oscuridad y la luz rugen a mis costados, a mis espaldas, por debajo y por arriba. Ese punto es el que me quita la vida, y al igual que mi hermano el fuego, no hay danza que en mi alma este viva.
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