viernes, 24 de septiembre de 2010

A mis plantas

Si cierro los ojos, esta vida que soy comienza a dibujarte. Primero, miramos el oscuro de la pupila, enfrentándose interiormente a la suave piel de los parpados que yacen cerrados. Luego, con una claridad inmensa, empiezo a imaginarte.. Empiezo a verte. Te siento cerca. Tu aroma convida ligeros roces de amor que penetran en la boca del corazón. Tan cerca, que con una de mis caricias creo alcanzar a tocarte. Te envuelvo en uno de mis abrazos más sinceros. Te quiero, te amo y te extraño. A vos, y a todas tus hermanas que no tendré conmigo en este tiempo. Mientras lloro, amo con pureza tus formas, tu hermosa sed, disfraz verde que visten los dioses que hay en ti, en mi. Beso con mis labios secos tu piel santa que moja, que al rió que vierte en donde alguna vez corrió sangre lo calma. Te beso todo el cuerpo enamorado y ruego al sol, nunca te vayas de mi. No me olvides, no vos. Puesto que yo no podría hacerlo. Te baño de energía, la que escapa por los poros de mi corazón intenso, cuando tu recuerdo me mantiene despierto, mostrándome aquel lugar de donde soy. De donde somos, vos y yo.
La calma de la clara oscuridad comienza a desaparecer. Los ojos se abandonan al llamado de lo que entedemos por “realidad”. Ambos mundos se mezclan, y el de los hombres grises que dicen que no, sombras arrastradas por su tiempo filoso, termina por absorber al otro, sueño mágico y pleno, al del recuerdo, la caricia hermosa. Los ojos están de nuevo en su lugar, y cómodamente posados, ya observan tristes, la nada. El vacío.. Allí en donde tu reflejo contemplaba mi crecer, nuestro crecer, ya no hay nada. Vieja amiga, tierra usada, y un amor que se marchita sin un mar donde morir. Busco en el aire confundirme con tu olor, confundirme. Volar a buscarte! Tanteo con perdidas y ciegas manos la sombra que dejo tu estar.. La herida viva de no poder verlas crecer en libertad.

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