En los días de lluvia se puede percibir la tan ansiada y buscada magia de la vida. No es el único lugar, momento infinito, en donde el aroma maternal de la mujer Natura entra en nosotros perfumando los oídos del cuerpo que habita.
Es una mirada cómplice que nace del sol y cae en ti a refrescar aquel cuarto desordenado, lleno de ideas e interpretaciones y palabras y polvo. Viene de vos, hacia vos, para penetrarte con el filo multifacético de la verdad. Es un espejo de quienes te habitan, de quienes te viven, de cuantos cuerpos y formas habitaste. Es el espejo de este y todos los mundos. Un paño de cielo nublado y gris, intenso. Solitario e inmenso cielo que separa una realidad de otra.
Creo yo que nace en las tierras originarias en donde yacieron los primeros cuerpos, templos abandonados por sus seres, para dejar de serlo y volver al principio, fuera lo mundo. Las cenizas santas, la vida, la muerte, y la tierra fértil debieron germinar aquella caricia de los dioses que cae aquí en donde vivo. A veces eufórica, con calma serena, con violencia, juzgando, contemplando, acompañándome en el llanto.
Siempre pulsando conmigo
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario