martes, 15 de junio de 2010
El cuentito de los favores
¿Si te hago un favor me decís? Si, claro que si. Pero antes decime una cosa. ¿Desde que momento, desde que lugar parte el eco de tu vos que emerge de las profundidades de tus órganos hasta aquí para pedirme “un favor”? Me interesa, ya sabes, más que cualquier otra cosa en este momento. No así, tu vida, tu camino, tus mujeres ni tus bolsillos. No me interesa cuantas semillas has plantado, cuantos niños caminan tu sendero con medio pulmón, pero que todavía respiran y luchan por asomar cabeza entre tanga agonía de la rutina de tus días de hoy en la tierra. No me interesa lo que paso ni aquello que venga. Tampoco tus zapatillas. Lo que me importa de tu música es la intención, el corazón ¿Me entiendes? Conocer poco pero valioso. Poco pero sincero. Así, de la misma forma, con sinceridad, podré contestarte. Podría así darle un bonito o triste pero verdadero final a este cuentito de los favores. Pero sobre todo, podría explicar el fenómeno de tu sonrisa deteriorada periódicamente a lo largo de mi relato, mutando de una cara bondadosa y soleada chorreando amabilidad, a un gris áspero y hostil con olor a mierda
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mutando de una cara bondadosa y soleada chorreando amabilidad (Esperando un favor), a un gris áspero y hostil con olor a mierda (Al entender que no somos de la misma madriguera)
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